jueves, 25 de diciembre de 2025

Impresionismo

Amapolas, Claude Monet, c. 1876 

Impresionismo (décadas de 1870 a 1890)

Fue un crítico quien usó por primera vez el calificativo «impresionistas», y lo hizo a modo de insulto para describir lo que se le antojaba un arte ultrajante expuesto por un grupo de pintores en París en 1874. Las ideas de estos artistas eran rebeldes, rompedoras, escandalosas. Plasmaban momentos efímeros de temas cotidianos a los que aplicaban escasos detalles, pinceladas evidentes y con frecuencia pinturas sin mezclar. A ojos de los espectadores contemporáneos, su arte se antojaba inacabado y absurdo.

Los impresionistas habían comenzado a reunirse y debatir sus ideas en la década de 1860, cuando, en su mayoría, eran alumnos de una de las dos escuelas de arte privadas de París: la Academia Suiza o el Estudio de Gleyre. Este colectivo heterogéneo incluía a Claude Monet (1840-1926), Camille Pissarro (1830-1903), Paul Cézanne (1839-1906), Alfred Sisley (1839-1899), Frederic Bazille (1841-1870), Berthe Morisot (1841-1895) y Auguste Renoir (1840-1919). A partir de 1862 empezaron a reunirse regularmente en el Café Guerbois, en el barrio parisiense de Batignolles, junto con Édouard Manet y otro puñado de artistas y escritores, para discutir sus vaticinios sobre el futuro del arte. La mayoría admiraba a Manet, quien ya causaba revuelo en los círculos artísticos, y también traslucía influencias de la escuela de Barbizon, Turner, Constable, el realismo y las nuevas teorías científicas y tecnologías.

 La invención de la fotografía, tanto por su técnica de tratamiento de la luz como por su ayuda práctica, tuvo una mayor influencia en ellos que en ningún artista previo. Las teorías del color científicas, la era industrial y los grabados japoneses aportaron nuevas dimensiones. A medida que el emperador Napoleón III modernizó París, la Académie des Beaux-Arts continuó dominando las artes en Francia. Sus oficiales, quienes imponían las reglas de los temas y estilos y organizaban el Salón y los concursos artísticos, no estaban acostumbrados a que sus principios se pusieran en tela de juicio. La escuela de Barbizon y los realistas se habían rebelado, y ahora aquel grupo de artistas los desafiaba. En 1863, Manet y Courbet presentaron pinturas al Salón, pero sus obras fueron rechazadas. Aquel mismo año, el jurado del Salón rechazó una cantidad inusitadamente elevada de obras. Napoleón declaró que el público debería juzgar las obras por sí mismo y se organizó el Salon des Refusés («Salón de los Rechazados»). Y pese a que muchos acudieron para mofarse, cuajó la idea de que el arte podía diferir de los estilos formales bendecidos y los artistas podían exhibir en otras salas, aparte del Salón.

 Sociedad anónima

Los artistas que se reunían en el Café Guerbois compartían filosofías sobre la pintura, si bien sus estilos diferían ampliamente. Todos reaccionaban contra las limitaciones de los estilos y temas académicos y abogaban por pintar al aire libre. Se inspiraban principalmente en la obra de Manet y el Salon des Refusés los estimuló a iniciar su propia sociedad independiente, al margen de la Academia. En 1873, Monet, Renoir, Pissarro y Sisley fundaron la Société Anonyme Coopérative des Artistes Peintres, Sculpteurs, Graveurs («Sociedad Anónima Cooperativa de Pintores, Escultores y Grabadores»), que acogió también a Cézanne, Morisot y Degas, entre otros, y organizó su primera exposición independiente en abril de 1874. Entre críticas cáusticas y mofas de los visitantes, el crítico Louis Leroy escribió una reseña sarcástica en la que la apodaba «la Exposición de los impresionistas», en alusión al lienzo de Monet Impresión, amanecer, y describía la obra como incompetente y vergonzante. No todos expusieron en todas las muestras, pero organizaron ocho exposiciones entre 1874 y 1886, y poco a poco la hostilidad hacia ellos fue desvaneciéndose y su obra acabó por aceptarse.

Teorías del color

Al margen de su disparidad de estilos y temas, todos los impresionistas pretendían modernizar el arte. Empezaron por refutar las convenciones, en la estela de Courbet y

Delacroix, y pintar con colores vivos, a menudo sin mezclar, y con pinceladas visibles, completando muchos lienzos al aire libre, centrándose en la luz cambiante y plasmando sus efectos efímeros. Junto con paisajes, bodegones y retratos, pintaron escenas de la vida moderna en las que resumieron los efectos visuales globales, en lugar de pintar detalles precisos. Estudiaron los efectos teatrales del ambiente y la luz en las personas y objetos y, mediante paletas variadas, intentaron reproducir dichos efectos sobre el lienzo. Muchos de sus tonos más oscuros surgían de mezclas de colores puros y apenas estaban diluidos. Y en gran parte sus ideas respondían a las teorías del color científicas recientes. A título de ejemplo, las sombras de colores, en lugar de grises, producían «vibraciones del color» o efectos relucientes generales. Ningún objeto se pintaba con un solo color plano. Los impresionistas yuxtaponían colores complementarios (colores opuestos en la rueda de color) para aportarles mayor luminosidad y, además del color local (el color aparente de un objeto), pintaban también el color reflejado (los colores que los objetos circundantes proyectaban en él).

En su mayoría, los artistas pintaban del natural, si bien sus estilos y temáticas diferían.

Así, Edgar Degas (1834-1917), por ejemplo, se consideraba impresionista pese a que rara vez pintaba paisajes, pero exponía con el grupo y siempre pintó al natural, inspirándose en la fotografía y los grabados japoneses. Todos los impresionistas persistieron en sus ideas innovadoras, desoyendo las hostilidades que tuvieron que soportar, y hacia la década de 1880 se los consideraba ya el principal grupo de artistas vanguardistas de Europa.

Arte sincero

Rechazando su formación académica, Monet y el resto de los impresionistas consideraron que su arte, con sus métodos objetivos de pintar lo que contemplaban ante ellos, era más sincero que el arte académico. Acordaron plasmar sus «sensaciones» o lo que veían mientras pintaban. Entre dichas sensaciones figuraban los efectos centelleantes de la luz que nuestros ojos captan al mirar. En contraste absoluto con la Academia, los impresionistas pintaron a personas modernas y corrientes en entornos cotidianos y actualizados, sin intentar camuflar sus técnicas pictóricas. Evitaron los símbolos y el contenido narrativo, que impedían a los espectadores «leer» un cuadro y, en su lugar, les permitieron experimentar sus pinturas como un momento aislado en el tiempo.

Grabados japoneses

En 1854, tras unos 250 años, Japón retomó el comercio con Occidente. Fraguó entonces una fascinación por todo lo japonés, sobre todo en Francia y principalmente entre muchos artistas y diseñadores. La moda surgió en París y, anonadados por los colores tan vivos y las composiciones originales de las estampas ukiyo-e, muchos impresionistas empezaron a coleccionarlas y a reflejar ideas japonesas en sus obras.

 Para un impresionista, pintar la naturaleza no es pintar el tema, sino materializar sensaciones.

Paul Cézanne

La idea en síntesis:

Plasmar momentos efímeros y luz con colores puros

 

No hay comentarios: