El códice que decía cómo se coronaban los reyes de Aragón acabó en Madrid
La Fundación Lázaro Galdiano conserva un manuscrito de 39 folios que cuenta con detalle el rito por el que se convirtieron en monarcas Juan I, Martín I ‘el Humano’ y Fernando I de Antequera.
Los libros antiguos, lo saben bien los anticuarios, tienen piernas.
Pero hay algunos que no deberían tenerlas. El caso más destacado para el patrimonio aragonés quizá sea el Vidal Mayor, pero destacan muchos otros. Nada viaja tanto como un libro, o incluso una biblioteca entera, y ahí está el ejemplo de la de Jerónimo Zurita, que poco importó que el jurista aragonés la donara al monasterio de la Cartuja de Aula Dei. Acabó fuera de Aragón.
El Museo Lázaro Galdiano de Madrid tiene entre sus fondos una joya bibliográfica excepcional, el ‘Ceremonial de la consagración y coronación de los Reyes y Reinas de Aragón’. Es un manuscrito del último tercio del siglo XIV en el que se establece por escrito lo que debía hacerse y lo que no a la hora de coronar a un rey de Aragón. Este ejemplar tiene una magnífica encuadernación mudéjar, orlas con motivos vegetales enmarcando la caja de escritura, escudos con las armas de Aragón e iniciales historiadas.
Lo mandó hacer Pedro IV, el Ceremonioso, y se coronaron siguiendo esas instrucciones Juan I en 1388, Martín I ‘el Humano’ en 1397 y Fernando I de Antequera en 1414.
Según Silvia Alfonso Cabrera, el manuscrito de la Fundación Lázaro Galdiano «es la copia más antigua y lujosa conservada de la versión aragonesa, cuyo lugar de recepción final fuera, posiblemente, la Aljafería de Zaragoza».
Que una pieza de este tipo acabe en manos privadas es cosa de investigar, aunque en este caso lo único que se sabe es que el libro es conocido como el Códice Sádaba por haber pertenecido a Marcial Lorbés de Aragón ya en el siglo XIX. En la primera mitad del siglo XX ya pertenecía a José Lázaro Galdiano.
La coronación tenía que celebrarse en domingo, al final de una semana llena de rituales y ceremonias (miércoles, viernes y sábado el rey debía ayunar). Este último día, además, estaba obligado a escuchar misa, bañarse y vestir una túnica blanca con una capa del mismo color bordada en oro. Al atardecer, desfilaba desde la Aljafería hasta la Seo, en un recorrido en el que era vitoreado.
El aún príncipe velaba armas en la catedral y a la mañana siguiente era coronado en una solemne misa. Al acabar la ceremonia, el monarca regresaba de nuevo al palacio de la Aljafería ya coronado, en un caballo blanco y llevando en sus manos las insignias reales.
En el palacio real se celebraba luego un monumental banquete, al que estaban invitados varios miles de personas y que duraba habitualmente más de un día. El pueblo también tenía sus propias celebraciones y las reinas eran coronadas unos días después.
De ello da cuenta este ‘Ceremonial’, que tiene dos de sus 39 folios ilustrados con iniciales historiadas con sendas escenas de la coronación de rey y reina. No es la única pieza de procedencia aragonesa que tiene la fundación, lo que viene a demostrar, también, que no solo los libros tienen piernas: en sus fondos destacan, por ejemplo, un sello de oro de Martín I, varias piezas de orfebrería religiosa y pinturas de Goya.