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viernes, 4 de noviembre de 2022

Cinquecento 1530–1600

 

Cinquecento 1530–1600

Obra representativa:

El juicio final de la Capilla Sixtina

Artista: Michelangelo Buonarrotti

Italia, 1541


El Cinquecento (es decir, [mil] quinientos en italiano) es el siguiente paso de la evolución del arte iniciado en el quattrocento. Se desarrolla a tope el antropocentrismo humanista, principal rasgo de la Edad Moderna, y estilísticamente se caracteriza por la inspiración en la antigüedad clásica, sobre todo en lo que se refiere a la imitación de la naturaleza.

Si Florencia fue la cuna del quattrocento, el arte de este siglo tiene su sede en Roma. La Roma de los papas, que serán mecenas de los grandes artistas de este periodo.

Por supuesto, el cinquecento se extiende muy pronto por toda Europa como una infección.

Ya a los 16 años, mi mente era un campo de batalla: mi amor por la belleza pagana, el desnudo masculino, en guerra con mi fe religiosa. Una polaridad de temas y formas, una espiritual y la otra terrenal. 


Obra representativa:


El juicio final de la Capilla Sixtina

Artista: Michelangelo Buonarrotti

Italia, 1541

Título original: Il Giudizio universale

Museo: Capilla Sixtina, Roma (Italia)

Técnica: Fresco (1370 × 1220 cm.)


Esto ya trasciende del arte: es otra cosa.


25 años después de acabar de pintar la bóveda de la Capilla Sixtina, a Miguel Ángel aún le quedaron ganas de trabajar para un papa (en esta ocasión Paulo III…) y volver a pintar, así como quien no quiere la cosa, otra obra maestra universal. Y eso que era escultor…

Aunque Miguel Ángel cometió un sacrilegio y para su creación sacrificó unos frescos de Perugino que estaban en la zona del altar, lo que le valió numerosas críticas.

Sea como sea, hoy podemos contemplar esta joya si hacemos un poco de cola en el Vaticano y marearnos ante la máxima expresión de arte renacentista ante nuestros ojos. Cuidado con los desmayos.

Miguel Ángel pintó el Apocalipsis de San Juan en el lugar de honor de la capilla, y lo hizo con un protagonista claro: ese Jesucristo excesivamente musculado (ese era el estilo del artista, pero aquí se le fue un poquito la mano…) es el centro compositivo y receptor de todas las miradas, con la Virgen a su lado. Cristo está separando a los justos de los pecadores y es probablemente uno de los pocos ejemplos en la historia del arte de Cristo enfadado. Es la famosa terribilitá típica del artista y así acojona mucho más el filtro que ha de hacer a vivos y muertos algún día.

Efectivamente a la izquierda están los que ascienden al Cielo, con gestos y poses de alivio y felicidad y a la derecha vemos a los condenados descendiendo a los infiernos. En ambos casos son multitudes amontonadas, aparentemente caóticas para reflejar la angustia y la fatalidad, todas inestables para dar dinamismo y desequilibrio, algo que suena muy poco clásico.

Cromáticamente, Miguel Ángel vuelve a sorprender con colores otra vez anti-clásicos. Muy vivos, muy intensos y buscando sobre todo el contraste. Nada que ver con la armonía cromática renacentista. Asimismo todas las figuras están sobre un fondo totalmente azul que las hace más presentes todavía.

¡Y vaya figuras! Si las observamos una a una son obras de arte individuales, a cada cual más alucinante. Muchos de los santos del séquito que acompaña a JC son reconocibles por sus atributos: San Pedro y sus llaves, San Andrés y su cruz en X, Santa Catalina y su rueda de cuchillas, San Sebastián y las flechas, San Lorenzo y la parrilla… Hasta aparece por ahí el autorretrato de Miguel Ángel… Fijáos en San Bartolomé y su pellejo (si, a este los imaginativos romanos lo despellejaron…). Pues el humilde artista quiso retratarse en ese pellejo para no salir como un igual con toda esa ilustre gente.

Il Giudizio universaleAmpliar

El juicio final de la Capilla Sixtina

Artista: Michelangelo Buonarrotti

Italia, 1541

Título original: Il Giudizio universale

Museo: Capilla Sixtina, Roma (Italia)

Técnica: Fresco (1370 × 1220 cm.)


25 años después de acabar de pintar la bóveda de la Capilla Sixtina, a Miguel Ángel aún le quedaron ganas de trabajar para un papa (en esta ocasión Paulo III…) y volver a pintar, así como quien no quiere la cosa, otra obra maestra universal. Y eso que era escultor…

Aunque Miguel Ángel cometió un sacrilegio y para su creación sacrificó unos frescos de Perugino que estaban en la zona del altar, lo que le valió numerosas críticas.

Sea como sea, hoy podemos contemplar esta joya si hacemos un poco de cola en el Vaticano y marearnos ante la máxima expresión de arte renacentista ante nuestros ojos. Cuidado con los desmayos.

Miguel Ángel pintó el Apocalipsis de San Juan en el lugar de honor de la capilla, y lo hizo con un protagonista claro: ese Jesucristo excesivamente musculado (ese era el estilo del artista, pero aquí se le fue un poquito la mano…) es el centro compositivo y receptor de todas las miradas, con la Virgen a su lado. Cristo está separando a los justos de los pecadores y es probablemente uno de los pocos ejemplos en la historia del arte de Cristo enfadado. Es la famosa terribilitá típica del artista y así acojona mucho más el filtro que ha de hacer a vivos y muertos algún día.

Efectivamente a la izquierda están los que ascienden al Cielo, con gestos y poses de alivio y felicidad y a la derecha vemos a los condenados descendiendo a los infiernos. En ambos casos son multitudes amontonadas, aparentemente caóticas para reflejar la angustia y la fatalidad, todas inestables para dar dinamismo y desequilibrio, algo que suena muy poco clásico.

Cromáticamente, Miguel Ángel vuelve a sorprender con colores otra vez anti-clásicos. Muy vivos, muy intensos y buscando sobre todo el contraste. Nada que ver con la armonía cromática renacentista. Asimismo todas las figuras están sobre un fondo totalmente azul que las hace más presentes todavía.


¡Y vaya figuras! Si las observamos una a una son obras de arte individuales, a cada cual más alucinante. Muchos de los santos del séquito que acompaña a JC son reconocibles por sus atributos: San Pedro y sus llaves, San Andrés y su cruz en X, Santa Catalina y su rueda de cuchillas, San Sebastián y las flechas, San Lorenzo y la parrilla… Hasta aparece por ahí el autorretrato de Miguel Ángel… Fijáos en San Bartolomé y su pellejo (si, a este los imaginativos romanos lo despellejaron…). Pues el humilde artista quiso retratarse en ese pellejo para no salir como un igual con toda esa ilustre gente.

Con respecto a las multitudes, no podemos más que asombrarnos. Cada figura vive sus emociones a su manera. Los condenados sobre todo son maravillosos en este sentido… Esas caras, esos gestos, esa imaginación de Miguel Ángel, que se pone un poco oscuro y llega a rozar el surrealismo con esas creaciones híbridas de demonios, condenados y sufridores…

Evidentemente, y como en la bóveda, Miguel Ángel pintó a todo el mundo desnudo. ¿Qué otra manera hay de pintar a la humanidad haciendo frente a su salvación.

Una vez acabada la obra, las críticas no tardaron: era un escándalo, una vergüenza mostrar pirolas y conas en un lugar tan sagrado. Parecía más una taberna o un lupanar que la iglesia donde daba misa la élite del clero mundial (recordemos que además acababa de surgir el protestantismo como competencia a tener muy en cuenta).

Un cretino en concreto, el cura Biaggio de Cesena se puso muy tontito con el tema y fue a llorarle al papa. El artista llegó a decirle al pontífice: Santidad, los santos no tienen sastre… Miguel Ángel se vengó con su arma más mortal: el arte. Abajo a la derecha, en la entrada misma a los infiernos está Minos, el rey del Infierno, en pelota picada y con orejas de burro. La cara es la de Biaggio de Cesana.

Pero nada se pudo hacer para parar el escándalo y el ultraje de muchos sacerdotes con la mente muy sucia y mucho poder. Se llegó a acusar a Miguel Ángel de hereje… ¡Al puto Miguel Ángel! Y al final esos inútiles e insensatos cubrieron las partes más escandalosas con paños de pureza y además lo hicieron con óleo, siendo imposible la recuperación del original. El encargado de profanar semejante obra de arte fue Daniele da Volterra que desde entonces fue conocido como «Braghettone».





miércoles, 2 de noviembre de 2022

Quattrocento 1400–1500

 


Quattrocento 1400–1500

Obra representativa:

Madonna y niño

Andrea Mantegna

Italia, 1480


El Quattrocento (cuatrocientos, los años del siglo XV) es un período clave para el arte occidental. Digamos que es ahí donde nace el arte como lo conocemos hoy. Y el artista, que deja de ser anónimo.

Como véis es una palabra Italiana, pues es ahí donde se inicia todo. La edad media acaba y se empieza a valorar la antigüedad, el arte clásico griego y romano. Pero todos esos nuevos artistas e intelectuales no quieren sólo imitar esa época mítica. Lo quieren superar.

También se empieza a valorar al ser humano (humanismo). Eso da como resultado la representación de la figura humana como tema, se busca imitar las cosas como son (anatomía, profundidad, proporción, perspectiva…).

"¿Se entiende por fin, se quiere entender qué fue el Renacimiento? La transvalorización de los valores cristianos, la tentativa, emprendida con todos los medios, con todos los instintos, con todo el genio, de llevar a la victoria a los contra-valores, a los valores aristocráticos…" (Nietzsche)


Madonna y niño

Andrea Mantegna

Italia, 1480

Título original: Madonna col Bambino

Museo: Academia Carrara, Bérgamo (Italia)

Técnica: Temple (43 x 31 cm.)


Jesús no quiere verdura para cenar.

Mantegna y sus caras…

La representación de la figura humana obsesionó al artista durante toda su carrera. Quería pintar gente clásica (bella y proporcionada), pero a la vez mostrando una gran expresividad. Además con posturas de lo más audaz, llegando en ocasiones a perspectivas realmente radicales para la pintura que se estaba haciendo en el siglo XV.

Por ello se inspiró en uno de sus artistas preferidos, que resulta que no era pintor sino escultor. Donatello sería una influencia básica para mostrar cuerpos y caras de proporciones perfectas. Una forma de pintar de gran plasticidad, como si de una escultura se tratase, donde muestra anatomías que a la vez son sólidas y expresivas… Y humanos. Hasta un Dios puede ser humano, más aún en su infancia.

Mantegna pintó varias obras con la temática de Virgen con Niño, siempre con fondos neutros. Escenas de naturalidad y ternura que muestran la relación entre una madre y su hijo, a veces con el niño durmiendo y otras como esta, donde María sostiene a su hijo, que tiene esa mueca en la cara. Quizás lo acaba de atrapar tras hacer una travesura, o ese día toca comer un plato que no era de su agrado.

Proto-Renacimiento

 


Proto-Renacimiento 1300–1400

Obra representativa:

El matrimonio Arnolfini

ArtistaJan Van Eyck


…O Primer Renacimiento, o Renacimiento primitivo, o Renacimiento temprano o Renacimiento inicial o Prerrenacimiento…

En torno al siglo XIV algo cambia en Europa. Se supone que estamos en la edad media, pero algo empieza a revolucionarse en la política (se consolidan los estados europeos), la sociedad (la burguesía empieza a ascender), la economía (es aquí cuando nace el capitalismo)… y por supuesto la cultura.

De pronto es el hombre, y no Dios, el centro de todo. De pronto artistas y artesanos son valorados. De pronto se empieza a usar el naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas para crear belleza.

El artista se vuelve un científico, debe saber de muchas disciplinas para desarrollar su oficio. Ya no practica solo actividades viles y mecánicas. Ahora su oficio empieza a elevarse. El artista empieza a soñar.

En el proto-renacimiento estamos entre dos mundos. Estamos en el gótico (recordemos que este es un nombre a posteriori, pues para los renacentistas este era un arte de bárbaros, de godos), pero se empieza a sentir el Quattrocento.

"El corazón humano es como una frágil embarcación en la que se quiere llegar a las estrellas"


El matrimonio Arnolfini

ArtistaJan Van Eyck

Países Bajos, 1434

Título original: Portret van Giovanni Arnolfini en zijn vrouw

Museo: National Gallery, Londres (Reino Unido)

Técnica: Óleo (82 × 60 cm.)


El retrato de pareja más famoso de la historia del arte.

Obra maestra del pintor flamenco Van Eyck, con un ajetreado historial de viajes, robos y saqueos (ahora reposa en el museo del saqueo de Londres) y que además cuenta con miles de interpretaciones sobre su simbología, por lo que la convierte en una de las piezas más enigmáticas de la historia del arte.

Su técnica perfecta, el detallismo escalofriante y esa solemnidad de los personajes contribuyen todavía más a convertirlo en un icono.

Según Panofsky (investigador, trilero y gurú de muchos historiadores), la obra es un acta que testifica un matrimonio celebrado casi en secreto (en una habitación en vez de una iglesia), pero otros historiadores teorizaron sobre todo tipo de interpretaciones, a cual más descabellada, como que es un autorretrato del propio artista, que el tío que parece Putin está leyendo la palma de la mano de la mujer, que es un ángel anunciando a la Virgen, o que en realidad lo que está confirmando que el hijo de la mujer encinta es suyo, e incluso del propio Van Eyck (la firma dice: «Van Eyck estuvo aquí»). Y hay quien dice que ni siquiera está embarazada, que la tipa era virgen y que en realidad los vestidos de esa época eran así.

Según teorías más recientes y «científicas», los retratados son Giovanni di Arrigo Arnolfini y Giovanna Cenami, aunque sabemos que ésta jamás tuvo hijos, y que su marido fue acusado públicamente de adulterio. Y además, se descubrió recientemente un documento oficial del matrimonio de Giovanni Arnolfini datado en 1447: trece años después de que fuese pintado el cuadro y seis años después de que muriese Jan van Eyck.

Lo que está claro es que hay muchísimas referencias al matrimonio y a la maternidad:

La imagen de Santa Margarita de Antioquia con su dragón (patrona de embarazadas), el perro (fidelidad), la cama, los protagonistas descalzos insinuando suelo sagrado (y confirmando que ya entonces los holandeses calzaban sandalias con calcetines), la lámpara con sólo una vela, que simboliza la llama del amor (era costumbre flamenca encender una vela el primer día de la boda), naranjas por ahí tiradas (fertilidad), el espejo con testigos de la unión…

El cuadro viajó muchísimo a lo largo de los siglos: de Brujas a la España de Carlos V, tras lo cual es ubicado en el Alcazar de Madrid, saqueado siglos después por las tropas de José Bonaparte y reaparecido como por arte de magia en Londres tras las guerras con Inglaterra, donde hoy se puede ver.