Epidemia de fiebre amarilla en Cádiz
Epidemia romántica.
Géricault, especialista en el sufrimiento humano, retrata aquí el brote de fiebre amarilla que asoló la ciudad de Cádiz a principios del siglo XIX.
En 1810 la ciudad estaba abarrotada de enfermos que se fueron contagiando unos a otros inevitablemente a pesar de que las autoridades decretaron un confinamiento: la gente tenía prohibido salir de casa. Los enfermos eran encerrados en hospitales insalubres como el de la pintura de Géricault sin posibilidad de ver a familiares, seres queridos o incluso sacerdotes que les proporcionaran auxilios espirituales.
¿Os suena…?
La enfermedad provocaba que la piel se pusiera amarilla —de ahí su nombre— y más de 19.000 personas murieron ese año. De los 75.000 habitantes que tenía Cádiz en 1800, enfermó la mitad, entre ellos varios diputados de la famosa constitución de 1812 (la Pepa).
Además existía otra plaga en la ciudad: la guerra. Napoleón tenía sitiados a los gaditanos, y a los numerosos refugiados de la Guerra de la Independencia que caían como moscas
El calor y el agua infectada, junto al hacinamiento, provocó la epidemia. Y es exactamente lo que vemos en este cuadro. Géricault vuelve a sus temas de desesperación humana al límite. En este caso es un estudio de una obra que iba a ser más grande, pero que el artista no pudo culminar. Se respira la enfermedad, el dolor, el miedo y la soledad en estos enfermos abocados a la muerte.
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