viernes, 11 de noviembre de 2022

La Rêverie


La Rêverie 

PIERRE-AUGUSTE RENOIR 

1877 

Jeanne Samary y Pierre-Auguste Renoir.

   Necesito parecer bella, Pierre, o más que bella, sofisticada, moderna, interesante y, si me apuras, intrigante. No sé cómo expresar qué es lo que espero de este cuadro, pero estoy segura de que sabrás captarlo. No hagas como en otros, muéstrame como te gustaría verme, como si fuese la gran dama de la comedia francesa y cada noche escuchara aplausos al caer el telón. Creo que me entiendes cuando te digo que necesito, más que una obra de arte, un cartel, algo que los regentes de teatros vean y de manera instantánea piensen en mí para alguna representación. ¡Te puedes creer lo que escribieron de mí esos críticos mordaces de pluma viperina después de dejarme la piel en el Tartufo!, que «era graciosa la chica rellena de mofletes sonrojados que daba vida a la sirvienta, a Dorina», es o no es para deprimirse. Una trabaja y trabaja para llegar a ese momento y todo lo que lees de ti al día siguiente es una enumeración de adjetivos con un tono despectivo. La chica graciosa, ¿qué soy, un bufón del que se espera un chiste en un instante de la representación? Sí, sí, es una comedia, y de alguna forma todos somos bufones, pero no me refiero a reírse conmigo, tengo la sensación de que esos críticos se reían de mí. 

   Rellenita, por no llamarme gorda, pero ¿qué se creerán esos vejestorios que huelen a naſtalina y que no han intuido la belleza en kilómetros a la redonda, o la clase, o me atrevería a decir que la educación? De un crítico espero que hable de mi entonación, de los movimientos, de la veracidad, de si el público ha disfrutado, pero ¿de mi aspecto físico? ¿Acaso hacen lo mismo con los hombres? Seguro que no se atreven, es más fácil frivolizar con una mujer. Nosotras no alzaremos la voz ni los buscaremos en la taberna de enfrente del teatro para pedirles explicaciones. Rellenita y de mejillas sonrosada, todos sabemos que las mejillas y la cintura son de vital importancia para representar a Molière. Temo que me quieran adjudicar siempre personajes graciosos, ser la que anima la función cuando entra en escena, la tonta, la patosa, la despistada. Yo soy actriz, he estudiado para eso, mi vida gira alrededor de un teatro. Me inscribí en la Academia Nacional, me he esforzado hasta casi perder el aliento, todo para que a alguien sentado en una butaca lo único que se le ocurra decir sobre mi contribución a la obra es que soy esa rellena graciosa que hace de sirvienta. 

   Es injusto, Pierre, lo sabes, ¿cómo recibirías tú que después de una de tus exposiciones o uno de tus salones lo único que se dijera de tus cuadros es que los hizo un artista con mandíbula marcada y de mirada extraña? Pues así me he sentido yo, como un pedazo de carne al que ni siquiera han tenido la delicadeza de escuchar. Y no creas que no me da rabia estar aquí posando para ti, pidiéndote una imagen diferente a la que ese cretino escribió. Pero el espectáculo es así; al final, tres palabras pueden marcar mi carrera o, mejor dicho, arruinarla o provocar que solo me ofrezcan determinados trabajos. Mira lo que te digo, hazlo como quieras, sé tú; pidiéndote otra cosa estoy dando la razón a esa escoria. Es verdad lo que me contaste, que a ti te rechazaron varias veces en el Salón de París y que esos rechazos al final se convirtieron en aliados con las exposiciones paralelas en la que exponíais tus colegas y tú. Y que te llamaron impresionista, jajaja. Vale, me callo, quien se expone al público corre el riesgo de la crítica feroz. Lo dicho, retrátame a tu gusto, que no te suceda como con el anterior, que quedaste descontento.

#Retratarte

#CarlosdelAmor


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