domingo, 11 de diciembre de 2022

El aguador de Sevilla

 

El aguador de Sevilla

Artista: Diego Velázquez

España, 1621

Museo: Apsley House. Museo Wellington , Westminster (Reino Unido)

Técnica: Óleo (106,7 x 81 cm.)


¡Mirad esa copa!

Velázquez era un genio en lo suyo, eso es indiscutible. Ya podía pintar una escena religiosa, mitológica o costumbrista, todo le salía bien.

Esta es una de sus obras aún tempranas, cuando se formaba en Sevilla. Aún así, la técnica es increíble.

El protagonista de la pintura es un viejo aguador, oficio que consistía en ir de un lado a otro vendiendo agua potable, un oficio muy común por aquella época, cuando aún no se había normalizado el suministro del agua en todas partes. Este le ofrece una copa (apreciad, por favor, el objeto en sí, que parece brillar como si se tratara de cristal real y no pintado) a un joven todo vestido de negro, a excepción del cuello ancho y blanco de su camisa que sobresale, y agarra con sus dedos la copa, sin mirar al aguador.

Hay un tercer hombre entre ambos, que Velázquez difumina con el fondo de la pintura. El hombre, entre las sombras, está bebiendo de una pequeña jarra.

Lo mejor de esta pintura son sin lugar a dudas los detalles, especialmente de los objetos o cacharros: la copa de cristal fino que ya hemos mencionado, la gigante ánfora que sostiene el anciano aguador, ánfora que parece salirse del cuadro, y que asombra por el realismo y como Velázquez se ha recreado para pintar los detalles: no sólo dibuja a la perfección las marcas que ha dejado el torno al tratarse de una pieza de cerámica, también añade algunas gotitas de agua, que rezuman y se salen del interior, cayendo o resbalando lentamente por el ánfora, dejando un rastro húmedo que no tardará en secarse. Sin embargo, Velázquez se molesta en recrear ese instante.

Ya encima de la mesa, vemos otro cacharro más pequeño de alfarería, pensado también para llenar de agua su interior. En este caso, añade unas abolladuras. En la parte superior, una taza hace de tapa.

Esta pintura desborda naturalidad, es una escena costumbrista y sencilla. Pero detrás de ella hay gran detallismo y perfección del dibujo.

Velázquez aplica una perspectiva lineal, y también la famosa perspectiva aérea. Ya sabéis que el artista sevillano «pintaba el aire», y aquí lo demuestra, ya que nos imaginamos sin esfuerzo el ambiente de la pintura.

Además del claro elemento barroco: la escena en penumbra, en las sombras. El ambiente tenebrista, heredado de Caravaggio.

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