15 Arte académico
(siglos XVII y XIX)
En el siglo xix, la reputación de los artistas dependía en gran medida de las academias de arte oficiales establecidas en toda Europa. Las academias, cada vez más conservadoras, se resistían a los cambios y desaprobaban las ideas innovadoras o vanguardistas. El arte académico fue un arte validado por las academias, principalmente por la Académie des Beaux-Arts de París, la más renombrada de todas.
Entre los siglos xvii y xix, el mundo del arte europeo estuvo regentado por las academias. Los estudiantes de arte aspiraban a ser aceptados en ellas y los artistas soñaban con convertirse en miembros de estas instituciones que, en la práctica, definían el valor del arte alentándolo, apreciándolo y representándolo oficialmente.
Las academias habían aflorado en Italia, a lo largo del siglo xvi, y desde entonces habían florecido en toda Europa, donde desbancaron el sistema medieval de aprendizaje del oficio y se consagraron como la ruta más segura para los artistas profesionales, con su formación, concursos, exposiciones y premios. Para ser aceptado en una academia, los solicitantes debían afrontar arduos exámenes de acceso y, aprobados éstos, estudiar formalmente en la institución varios años. Pese a haberse fundado en 1648, fue a partir de 1816 cuando la recién rebautizada École des Beaux-Arts parisiense se unió a otras dos academias de arte y se consagró como la institución de arte abanderada de Europa, paradigma en función del cual se modelaban sus rivales.
Reputación y estatus El sistema de academias surgió en un origen para diferenciar a los artistas de los artesanos, considerados meros obreros manuales, y realzar así el aspecto intelectual del arte. El arte académico exigía años de estudio dedicado, aprender métodos de artistas del pasado y asimilar técnicas, y previo a todo ello había que haber aprobado el examen de acceso y presentar una carta de referencia de un profesor de arte eminente. Durante los años siguientes, los estudiantes pasaban día tras días copiando grabados de pinturas y esculturas clásicas para aprender a retratar los contornos y tonos. Una vez dominada esta técnica, los alumnos dibujaban a partir de vaciados en yeso de esculturas clásicas famosas y, si alcanzaban el estándar exigido, se les permitía dibujar al natural. El estudiante de arte pintaba hasta perfeccionar sus habilidades y, una vez había aprendido a hacerlo, pasaba a formar parte de algún estudio de un artista académico reputado. Los artistas que impartían pintura pertenecían a la academia, eran academicistas oficiales. El progreso por estos estadios de perfeccionamiento culminaba con la entrega al estudiante del galardón de «asociado», lo cual le permitía trabajar como artista profesional. Si a partir de
entonces continuaba produciendo un arte aprobado por los oficiales de la Académie, podía acceder al título más prestigioso de «académico».
Jerarquía temática Además del conjunto de habilidades, estilos y técnicas que había que dominar y secundar, el arte académico también propugnaba una jerarquía de temas que los artistas debían representar. En el nivel más elevado se situaba la pintura histórica, que englobaba temas mitológicos, bíblicos y clásicos; lo siguiente en importancia eran retratos y paisajes, y en un nivel inferior quedaban los bodegones y las pinturas de género, o las escenas de la vida cotidiana. Durante todo el siglo xix, el neoclasicismo, con su énfasis en las líneas límpidas, y el Romanticismo, centrado en el uso expresivo del color, fueron dos estilos aprobados por la Académie des Beaux-Arts, a cuyos alumnos se recomendaba combinar elementos característicos de ambas corrientes para crear un estilo «académico» real o ideal.
El Salón de París El Salón de París era la exposición de arte oficial de la Académie des Beaux-Arts. Desde 1725 y a lo largo de todo el siglo xix, el Salón se celebró anual o bianualmente y se consagró como el principal acontecimiento artístico de Europa.
Los artistas presentaban sus obras ante el jurado oficial del Salón, que sólo aprobaba los estilos convencionales. Año tras año, miles de obras se aceptaban y exponían forrando las paredes de suelo a techo, abarrotadas hasta el último rincón disponible. Los jueces del
Salón también decidían dónde se colocaba cada escultura y pintura, y tal visibilidad u ocultamiento podía hacer a un artista saltar al estrellato o condenarlo al ostracismo. Por consiguiente, los artistas, incluso tras formarse durante años en la École des Beaux-
Arts, dependían de la Académie para mantener o fraguarse una reputación.
Principales academicistas Durante el siglo xix, la creciente prosperidad de las clases medias redundó en una mayor demanda de arte. Exposiciones oficiales, marchantes y reproducciones producidas en serie sirvieron para difundir aún más el medio, con el arte académico como estilo más popular. Entre los principales academicistas figuraba William-Adolphe Bouguereau (1825-1905), pintor de temas históricos y religiosos al estilo clásico, si bien sus desnudos y cuadros mitológicos, pintados con una meticulosidad extrema, eran sus obras más conocidas. Jean-Léon Gérôme (1824-1904) era conocido por sus retratos y pinturas históricas, mitológicas y orientales; Paul Delaroche (1797-1856) pintaba historias a tamaño real con acabados lisos y sólidos; Alexandre Cabanel (1823-1899) fue el pintor favorito de Napoleón III, destacado por sus retratos y temas históricos, clásicos y religiosos, y Thomas Couture (1815-1879) produjo pinturas históricas y fue un maestro influyente. Todos estos artistas combinaron con éxito las teorías y los planteamientos del neoclasicismo y el Romanticismo, generaron interpretaciones modernas de temas clásicos y aplicaron pincelas imperceptibles para plasmar un realismo verídico a la par que idealizado. Sus temáticas solían ser sentimentales, tal como imponían las modas del momento y además cumplía los requisitos de la Academia.
El premio de Roma
Desde el año 1663 se concedía en París una beca de arte anual. Los solicitantes debían ser hombres, franceses, solteros y menores de treinta años. El concurso era extremadamente arduo y constaba de varias fases, pero el ganador era galardonado con una estancia de tres años en Roma, durante los cuales estudiaba arte clásico y renacentista. Ser premiado garantizaba una carrera de éxito.
El nacimiento de Venus
Adquirido por Napoleón III tras ser expuesto en el Salón de París, este lienzo es un ejemplo paradigmático de arte académico. Cabanel, ganador del premio de Roma en 1845, combina en él la influencia del neoclasicismo de Ingres con una floritura romántica. Con sus meticulosas pinceladas y atención al detalle realista, esta figura reclinada es una imagen idealizada de la diosa Venus y justo el tipo de pintura diestra y pulida que la Academia aprobaba y que a las clases pudientes gustaba comprar. Al titularla en honor a un mito romano, el tema resultaba aceptable para todos, si bien en realidad no era más que una excusa para pintar un desnudo femenino perfecto. Cabanel se adhirió sin fisuras a todos los postulados de la Academia.
1847Los romanos de la decadencia, Thomas Couture.
1861 Estalla la guerra de Secesión en Estados Unidos.
1870 Estalla la guerra francoprusiana.
1887 Cleopatra prueba el venenocon los prisioneros,Alexandre Cabanel.
c.1890 Pigmalion yGalatea, Jean-Léon Gérôme.
Olvidemos las llamadas innovaciones.
Sólo hay una naturaleza y sólo hay un modo de verla.
William-Adolphe Bouguereau
La idea en sintesis:
el arte conservadoracata las en senanzas de las academias oficiales

















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