domingo, 30 de noviembre de 2025

Arte académico

 

15 Arte académico 

(siglos XVII y XIX)

En el siglo xix, la reputación de los artistas dependía en gran medida de las academias de arte oficiales establecidas en toda Europa. Las academias, cada vez más conservadoras, se resistían a los cambios y desaprobaban las ideas innovadoras o vanguardistas. El arte académico fue un arte validado por las academias, principalmente por la Académie des Beaux-Arts de París, la más renombrada de todas.

Entre los siglos xvii y xix, el mundo del arte europeo estuvo regentado por las academias. Los estudiantes de arte aspiraban a ser aceptados en ellas y los artistas soñaban con convertirse en miembros de estas instituciones que, en la práctica, definían el valor del arte alentándolo, apreciándolo y representándolo oficialmente.

Las academias habían aflorado en Italia, a lo largo del siglo xvi, y desde entonces habían florecido en toda Europa, donde desbancaron el sistema medieval de aprendizaje del oficio y se consagraron como la ruta más segura para los artistas profesionales, con su formación, concursos, exposiciones y premios. Para ser aceptado en una academia, los solicitantes debían afrontar arduos exámenes de acceso y, aprobados éstos, estudiar formalmente en la institución varios años. Pese a haberse fundado en 1648, fue a partir de 1816 cuando la recién rebautizada École des Beaux-Arts parisiense se unió a otras dos academias de arte y se consagró como la institución de arte abanderada de Europa, paradigma en función del cual se modelaban sus rivales.

Reputación y estatus El sistema de academias surgió en un origen para diferenciar a los artistas de los artesanos, considerados meros obreros manuales, y realzar así el aspecto intelectual del arte. El arte académico exigía años de estudio dedicado, aprender métodos de artistas del pasado y asimilar técnicas, y previo a todo ello había que haber aprobado el examen de acceso y presentar una carta de referencia de un profesor de arte eminente. Durante los años siguientes, los estudiantes pasaban día tras días copiando grabados de pinturas y esculturas clásicas para aprender a retratar los contornos y tonos. Una vez dominada esta técnica, los alumnos dibujaban a partir de vaciados en yeso de esculturas clásicas famosas y, si alcanzaban el estándar exigido, se les permitía dibujar al natural. El estudiante de arte pintaba hasta perfeccionar sus habilidades y, una vez había aprendido a hacerlo, pasaba a formar parte de algún estudio de un artista académico reputado. Los artistas que impartían pintura pertenecían a la academia, eran academicistas oficiales. El progreso por estos estadios de perfeccionamiento culminaba con la entrega al estudiante del galardón de «asociado», lo cual le permitía trabajar como artista profesional. Si a partir de

entonces continuaba produciendo un arte aprobado por los oficiales de la Académie, podía acceder al título más prestigioso de «académico».

Jerarquía temática Además del conjunto de habilidades, estilos y técnicas que había que dominar y secundar, el arte académico también propugnaba una jerarquía de temas que los artistas debían representar. En el nivel más elevado se situaba la pintura histórica, que englobaba temas mitológicos, bíblicos y clásicos; lo siguiente en importancia eran retratos y paisajes, y en un nivel inferior quedaban los bodegones y las pinturas de género, o las escenas de la vida cotidiana. Durante todo el siglo xix, el neoclasicismo, con su énfasis en las líneas límpidas, y el Romanticismo, centrado en el uso expresivo del color, fueron dos estilos aprobados por la Académie des Beaux-Arts, a cuyos alumnos se recomendaba combinar elementos característicos de ambas corrientes para crear un estilo «académico» real o ideal.

El Salón de París El Salón de París era la exposición de arte oficial de la Académie des Beaux-Arts. Desde 1725 y a lo largo de todo el siglo xix, el Salón se celebró anual o bianualmente y se consagró como el principal acontecimiento artístico de Europa.

Los artistas presentaban sus obras ante el jurado oficial del Salón, que sólo aprobaba los estilos convencionales. Año tras año, miles de obras se aceptaban y exponían forrando las paredes de suelo a techo, abarrotadas hasta el último rincón disponible. Los jueces del

Salón también decidían dónde se colocaba cada escultura y pintura, y tal visibilidad u ocultamiento podía hacer a un artista saltar al estrellato o condenarlo al ostracismo. Por consiguiente, los artistas, incluso tras formarse durante años en la École des Beaux-

Arts, dependían de la Académie para mantener o fraguarse una reputación.

Principales academicistas Durante el siglo xix, la creciente prosperidad de las clases medias redundó en una mayor demanda de arte. Exposiciones oficiales, marchantes y reproducciones producidas en serie sirvieron para difundir aún más el medio, con el arte académico como estilo más popular. Entre los principales academicistas figuraba William-Adolphe Bouguereau (1825-1905), pintor de temas históricos y religiosos al estilo clásico, si bien sus desnudos y cuadros mitológicos, pintados con una meticulosidad extrema, eran sus obras más conocidas. Jean-Léon Gérôme (1824-1904) era conocido por sus retratos y pinturas históricas, mitológicas y orientales; Paul Delaroche (1797-1856) pintaba historias a tamaño real con acabados lisos y sólidos; Alexandre Cabanel (1823-1899) fue el pintor favorito de Napoleón III, destacado por sus retratos y temas históricos, clásicos y religiosos, y Thomas Couture (1815-1879) produjo pinturas históricas y fue un maestro influyente. Todos estos artistas combinaron con éxito las teorías y los planteamientos del neoclasicismo y el Romanticismo, generaron interpretaciones modernas de temas clásicos y aplicaron pincelas imperceptibles para plasmar un realismo verídico a la par que idealizado. Sus temáticas solían ser sentimentales, tal como imponían las modas del momento y además cumplía los requisitos de la Academia.

 El premio de Roma

Desde el año 1663 se concedía en París una beca de arte anual. Los solicitantes debían ser hombres, franceses, solteros y menores de treinta años. El concurso era extremadamente arduo y constaba de varias fases, pero el ganador era galardonado con una estancia de tres años en Roma, durante los cuales estudiaba arte clásico y renacentista. Ser premiado garantizaba una carrera de éxito.

 El nacimiento de Venus

Adquirido por Napoleón III tras ser expuesto en el Salón de París, este lienzo es un ejemplo paradigmático de arte académico. Cabanel, ganador del premio de Roma en 1845, combina en él la influencia del neoclasicismo de Ingres con una floritura romántica. Con sus meticulosas pinceladas y atención al detalle realista, esta figura reclinada es una imagen idealizada de la diosa Venus y justo el tipo de pintura diestra y pulida que la Academia aprobaba y que a las clases pudientes gustaba comprar. Al titularla en honor a un mito romano, el tema resultaba aceptable para todos, si bien en realidad no era más que una excusa para pintar un desnudo femenino perfecto. Cabanel se adhirió sin fisuras a todos los postulados de la Academia.

 1847Los romanos de la decadencia, Thomas Couture.

1861 Estalla la guerra de Secesión en Estados Unidos.

1870 Estalla la guerra francoprusiana.

1887  Cleopatra prueba el venenocon los prisioneros,Alexandre Cabanel.

c.1890 Pigmalion yGalatea, Jean-Léon Gérôme.

 

Olvidemos las llamadas innovaciones.

Sólo hay una naturaleza y sólo hay un modo de verla.

William-Adolphe Bouguereau

La idea en sintesis:

el arte conservadoracata las en senanzas de las academias oficiales

sábado, 29 de noviembre de 2025

Carteles Navidades Zaragoza 2011-24

Navidades Zaragoza 2025/26

Navidades Zaragoza 2024/25

Navidades Zaragoza 2023/24
Autoría: Videocreación
https://www.videocreacion.es/
 
Navidades Zaragoza 2022/23
Autoría: Inés Marco

Navidades Zaragoza 2021/22
Autora: Marta Gracia

Navidades Zaragoza 2020/21
https://i.pinimg.com/originals/55/f2/f8/55f2f8d77459c25db79f9bfab067178a.jpg

 Navidades Zaragoza 2019/20



 Navidades Zaragoza 2018/19


Navidades Zaragoza 2017/18
Cartel Navidades Zaragoza 2017

Navidades Zaragoza 2016/17
Cartel Navidades Zaragoza 2016
Navidades Zaragoza 2015/16
Cartel Navidades Zaragoza 2015

Navidades Zaragoza 2014/15
Cartel Navidades Zaragoza 2014

Navidades Zaragoza 2013/14
Cartel Navidades Zaragoza 2013

Navidades Zaragoza 2012/13
Cartel Navidades Zaragoza 2012

Navidades Zaragoza 2011/12
Cartel Navidades Zaragoza 2011

viernes, 28 de noviembre de 2025

Viajeros entre montañas y corrientes

 

Viajeros entre montañas y corrientes, c. 1000

Fan Kuan (c. 960-r. 1030)

tinta y color sobre seda

El enfoque innovador de Fan Kuan caracterizado por una monumentalidad sin precedentes combinada con un naturalismo atento, elevó el respeto por el paisaje en la pintura clásica china. En una generación, los poetas elogiaron su trabajo y los artistas replicaron sus puntos de vista para aprender de su técnica sutil pero expresiva. Su pincelada se basó en la práctica tradicional, pero, a diferencia de sus contemporáneos, él exploró el potencial pictórico de la tinta más allá de la rigurosa estética caligráfica

De la dinastia Han (206 a. C-220) en adelante, los eruditos-funcionarios chinos practicaron la caligrafia. Estos hombres altamente educados y por lo general de buena cuna formaban el nivel superior del estricto orden social confuciano y, después de pasar rigurosos examenes, se dedicaban a la burocracia imperial. Las artes de la escritura se consideraban una parte esencial de su experiencia profesional. Usando los Cuatro Tesoros» (papel, pincel, piedra de entintar y tinta), los eruditos se esforzaban por perfeccionar la representación de ideogramas complejos, pero esas mismas herramientas ofrecían un medio de expresión individual. Durante siglos, la caligrafia y la creación de imágenes estuvieron inextricablemente entrelazadas; se esperaba que los eruditos-funcionarios dominaran ambas. Sin embargo, uno de los pintores más renombrados no era ni un erudito ni un funcionario; durante las primeras décadas de la dinastía Song del Norte (960-1127), el manejo de la tinta de Fan Kuan ayudó a separar la pintura de paisajes de la caligrafia, y su influencia perdura hasta nuestros dias.

La fórmula de los «Cuatro Tesoros» se remonta a finales de la Era de los Reinos Combatientes (476-221 a. C.). El hollin, derivado de la quema de un aceite de origen vegetal (a menudo árbol de té), se mezcla con un pegamento animal hecho de cuero, clara de huevo o piel de pescado para hacer una pasta. Se amasa hasta que quede bien suave, y se presiona la masa en un molde donde se deja secar para formar una barra de tinta. Para crear un medio fluido, el bastoncito se frota en una pequeña depresión de la parte superior de la piedra de entintar que contiene suficiente agua para licuar los gránulos. La tinta se mezclaba en lotes muy pequeños, y la barra de tinta (a menudo con un diseño o inscripción en la superficie) y la piedra de entintar (por lo general una roca natural de magnifica forma) ocupan un lugar destacado en el despacho de un erudito. Pinceles suaves y flexibles de diferentes dimensiones se sumergen en la tinta y, con un gran control, se utilizan para formar caracteres o pintar imágenes en papel de fibra vegetal o seda. En un poema sobre la pintura clásica, Huang Yueh aconseja no cargar el pincel con demasiada tinta: «No lo sobrealimentes... haz pasar hambre al pincel».

Otras regiones cuentan con su propia tradición de trabajo con tinta. Las plumas se utilizaron en las antiguas culturas egipcia y mediterránea. Una pluma de ala fuerte pero flexible, de un ganso, un cisne o un cuervo, se afilaba y se sumergía en tinta para luego usarla para escribir o dibujar. Un buen diseño para un bolígrafo de metal no apareció hasta el siglo xviii. La tinta de hollin, conocida como carbono negro, se remonta al tercer milenio a. C en Egipto. Era de menor calidad que la formula ricamente negra proveniente del este de Asia, que comenzó a importarse a Occidente en el siglo kw bajo el nombre de tinta china. Otros tipos de tinta occidentales incluyen la ferrogálica de color negro violáceo, hecha de ácido tánico de origen vegetal mezclado con sales de hierro, y el bistre pardusca, hecho de alquitrán de hollín. También se creo una tinta teñida de rojo a partir de los fluidos defensivos de animales marinos como calamares y sepias,pero se usó principalmente para aguadas. A lo largo del siglo xvii, el dibujo a tinta marcó una etapa preparatoria, utilizada para la planificación o como esbozo sobre el que trabajar.

Poco se sabe sobre Fan Kuan: se cree que estudió con el maestro paisajista Shantung Li Cheng, de la dinastia Song, pero forjó su propio camino evitando las rígidas reglas de la sociedad y viviendo aislado cerca del monte Hua, en la provincia de Shaanxi. En Viajeros entre montañas y corrientes, su única obra autentificada, desplegó su pincel con una libertad sin precedentes en trazos cargados para retratar la gacura presencia de los vastos acantilados que se ciernen sobre un bosque meticulosamente representado

Su uso de la escala, en especial visto en las diminutas figuras que se abren paso a lo largo de un camino a través del bosque, enfatiza la majestuosidad del mundo natural. El gran tamaño de su pergamino realza la enormidad de las montañas el espectador está tan abrumado como los viajeros. Sin embargo, es la tonalidad dramática, más que el tamaño, lo que le confiere a la obra su poder, evidencia de que Fan Kuan dominó todo el potencial del barrido del pincel».

jueves, 27 de noviembre de 2025

El baño turco 1863 Ingres

 








Jean-Auguste-Dominique Ingres

El baño turco (1863)

Museo del Louvre, París.La escena está inspirada en las vivas descripciones de los baños públicos para mujeres que Lady Wortley Montagu visitó en Constantinopla: había unas doscientas mujeres desnudas de gran belleza y tez blanca que, indolentes, retozaban o disfrutaban de los placeres del baño o la conversación. Esta atmósfera sensual rezuma en las imágenes de Ingres, quien comenzó el cuadro en la década de los cincuenta por encargo.

Napoleón III admiró tanto esta obra de Ingres como repudió Las bañistas de Courbet, donde el pintor realista trataba el tema del desnudo femenino desde un punto de vista totalmente nuevo: presentaba a mujeres reales de carne y hueso. El mundo irreal y fantástico que recrea Ingres en su cuadro era suficientemente estrambótico, ensoñador y lejano como para que no se tomara en cuenta como algo real y, por tanto, escapara de la censura moral y del escándalo. Sin embargo, introduce impúdicamente en sus fantasías eróticas el retrato de su esposa, Delphine Ramel (identificado con la mujer que en el primer término descansa su cabeza sobre una almohada), lo cual demuestra hasta qué punto el ojo del público estaba acostumbrado a sublimar la realidad aun teniéndola delante si el pintor le daba las claves de lectura oportunas. Una de ellas la constituía su extraña anatomía, que por medio de una línea sinuosa (muy de acorde con el carácter sensual) deformaba los cuerpos anunciando los desnudos que Modigliani y Matisse realizaran en el siglo xx. La línea anti académica de Ingres va acompañada de unos colores fríos que también contribuyen a que el espectador se aleje de la obra, lo que aminora considerablemente su carácter obsceno. Contrariamente, Delacroix crea en sus Mujeres de Argel una atmósfera contagiosa y atrayente valiéndose de colores y tonalidades cálidas que diluyen los contornos y las formas. Mientras que Delacroix nos invita a entrar en su cuadro, Ingres sólo nos permite asomarnos y mirar desde el umbral de la puerta.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

Ingres: un clásico entre los románticos

Ingres: un clásico entre los románticos

Aunque Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867) ha pasado a la historia como el máximo representante del clasicismo, su obra es demasiado compleja como para responder a un solo tópico. Si Ingres hubiera muerto antes de 1814, cuando pintó su Gran odalisca, se le habría recordado tan solo como a uno de los seguidores de David, todo lo más, quizá, como un buen retratista; pero en los casi sesenta años que dura su actividad pictórica produce una obra ingente y contradictoria. Así, mientras por una parte sigue apegado al clasicismo (al defender el dibujo como elemento básico de la forma), por otra se presenta como precursor del arte del siglo xx al manipular modernamente la línea "deformando" los cuerpos, tal y como notó posteriormente el pintor Maurice Denis a propósito de sus odaliscas. Belleza sensual, dibujo sinuoso e intemporalidad son cualidades que definen su desnudo femenino, como si, al igual que el escultor Canova (con quien trató en Italia), quisiera hacer visible en el cuerpo aquello que es intangible e ideal. Pero el clasicismo de Ingres adolece de cierto aire extraño y oriental al uso del pintoresquismo romántico que convierte las proporcionadas Venus de Tiziano (sin duda uno de sus modelos y fuente de inspiración) en esas serpenteantes mujeres estilizadas cuya peculiar anatomía fue reprobada por la crítica oficial. El lujo, la extravagancia y la languidez añaden al conjunto un tono erótico que culminará en El baño turco , la última gran obra del artista que difícilmente podría considerarse clásica y que le proporcionó el calificativo de "un chino perdido en las calles de Atenas".

No obstante, Ingres inició su carrera dentro de las enseñanzas clásicas del taller de David, y continuó sus estudios gracias al Premio de Roma que ganó en 1806 En dicha ciudad llegó a residir catorce años. hasta que en 1820 se trasladó a Florencia por otros cuatro. Esta larga estancia en Italia le sirvió para estudiar de cerca a los maestros del Renacimiento y, en especial, a Rafael, por quien sentía devoción. Durante esta época pintó numerosos retratos que le permitieron vivir cuando finalizó su beca y mediante los cuales adquirió su fama de retratista. En sus retratos, Ingres combina su sentido de lo Ideal con los rasgos fisicos del individuo creando una curiosa simbiosis entre lo general y lo particular. El recurso del espejo -que en este caso Ingres ha elegido con objeto de deslizar su nombre y firma a modo de tarjeta de visita-le sirve para recrearse en ese mundo dual que tan pronto se manifiesta como algo irreal y distante (en el reflejo), como real y cercano (nótese la riqueza con la que ha trabajado las telas, que tan vistosamente contribuyen a ensalzar la sensual belleza de la modelo). Las contradicciones entre el espíritu atemporal e ideal de sus pinturas y la fragancia sensorial que despiden algunas de ellas hacen de Ingres una figura dificil de encuadrar exclusivamente dentro de los estereotipos clásicos marcados por la Academia. Y es que, como paradójicamente advirtió un romántico como Théophile Gautier al defender su pintura, "ésta puede parecer clásica a los ojos de un observador superficial, pero de ninguna manera lo es". Como pintor que fue de la segunda mitad del siglo XIX, aceptó y desarrolló la individualidad del Romanticismo, aunque teórica e ideológicamente rechazó dicho movimiento.

martes, 25 de noviembre de 2025

La infanta rebelde, feminista, divorciada

 

La infanta rebelde, feminista, divorciada y algo republicana

Eulalia de Borbón y Borbón, hija de Isabel II, fue la primera en la familia que escandalizó con su biografía, publicada en 1935

Eulalia de Borbón y Borbón fue una presencia incómoda para su familia desde el mismo dia de su nacimiento. El 12 de febrero de 1864, los españoles esperaban que Isabel II diera a luz a un varón para garantizar la continuldad de la dinastía, pero, en cambio, llegó ella. Su madre, la reina. escuchaba llorando las manifestaciones de descontento de los madrileños porque el infante era infanta. El sexo de la recién nacida. séptima hija de los reyes, incluso fue utilizado como munición politica por el general Prim y el duque de Montpensier, grandes conspiradores durante el reinado Isabelino.

La revolución de 1868 empujó a la Familia Real a exiliarse en la Francia imperial de Napoleón III Sin trono, Isabel II y Francisco de Asís de Borbón se separaron. La reina y sus hijos se instalaron en el palacio de Castilla, en la aveni da parisina Kléber, mientras que Francisco optó por una vida más discreta y sencilla bajo el titulo de incógnito de conde de Moratalla

El destierro brindó a Eulalia la oportunidad de tener una infancia alegre y despreocupada, lejos de las intrigas palaciegas de Madrid. Pero la restauración de la Monarquía, en 1874, la condenó a volver a España. Su herma no, Alfonso XII, el nuevo rey, te nía planes para ella: iba a tener que casarse con su primo, Antonio de Orleans, hijo del duque de Montpensier, para garantizar la estabilidad de la Monarquia reinstaurada. El matrimonio de conveniencia no tardó en hacer aguas. Con 22 años, recién casada, des cubrió que su marido tenía varias amantes: "Mi marido, en solo seis años, había derrochado la fabulosa suma de casi 50 millones de francos en francachelas, amorios y aventuras", confesaria la infanta en sus memorias

En el año 1900, con dos hijos, pidió el divorcio y abandonó el domicilio conyugal. "Una hora después de mi conversación con Antonio, estaba instalada en casa de mi madre, dispuesta a arrostrarlo todo: opinión pública es pañola, iracundia de mi familla, calumnias, pleitos. Lo conside raba necesario para "salvar de la ruina" a sus hijos.

Eulalia de Borbón quiso ir más allá. Pidió una separación legal, algo a lo que Antonio de Orleans se negó. Ella amenazó con ir a un Juzgado: "Para reclamar como española lo que se me negaba como infanta", escribió. El contencioso se convirtió en la comidilla del pueblo y en un dolor de cabe za para los Borbones.

La familia Orleans se puso del lado de Eulalia y los Borbones, irritados por su desobediencia, trataron de dominarla por el te mor. "La Familia Real no podía ver con buenos ojos que una in fanta fuera motivo de murmullos, de comentarios", escribiria ella. "En España, una separación matrimonial constituía un escándalo, algo que ponía los pelos de punta a las honestas damas, que se hacían cruces. En Francia, en cambio, parecía natural

La infanta "rebelde rompió con España. Durante un lustro ca si no piso Madrid y se dedicó a via jar por las cortes europeas. Tras to varios años de litigio, consiguió cl que su marido firmara un acta de separación. Recuperó su dinero y ni su soltería y se convirtió en la primera mujer de la Familia Real es pañola divorciada, un siglo antes p que la infanta Elena, que se separó de Jaime de Marichalar en 2000. En 1910 se reunió con su sobri no en Madrid y le aconsejó que hiciera reformas. "No cegarse, no tener en los ojos una venda ni en la boca una mordaza, era ser republicana. ¡Republicana! Lo éramos todos los que no estábamos empeñados en no ver", señaló en-tonces la infanta Eulalia. Y vaticinó: "Si aquí alguna vez viene la República, no será por Altamira, ni por libros de Galdós, podéis estar seguros. No, será por algunos monárquicos. Hay cada uno que, por el solo hecho de serlo, es un pregón republicano".

En 1911 publicó Au fil de la vie, unas observaciones sin pretensiones literarias en las que vaticinaba el fin de muchas monarquías europeas, lamentaba el retraso cultural de España y pedía la emancipación de la mujer y la igualdad entre hombres y mujeres. La corte lo calificó de inmoral y escandaloso, de atentatorio a la religión, a la monarquía, a las buenas costumbres y al orden establecido. Nadie lo había leído todavía, pero no hacía falta.

En el verano de 1921, tras 11 años de exilio, se reencontró con su sobrino en Deuville. "¿Cuándo vuelves a España? Ya sabes que nos alegrará tenerte de nuevo con nosotros. Todo esto ha sido una tontería de la que ni tú ni yo tenemos la culpa", le dijo el Rey. "¿Sabes? He perdido un poco la costumbre de ir a España, y hasta el deseo, no creas. Nada tengo que buscar en Madrid", respondió ella. José Quiñones de León, embajador de España en París, tuvo que intervenir para convencerla de volver.


Una corzonada

Su regreso fue amargo. Quedó impresionada con la situación en la que estaba el pais en 1922, en medio de la guerra de Marruecos y al borde de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. "En general, estaban todos en contra de los políticos, cansada ya España de los cabildeos, del caciquismo tradicional, del politiquear que nos habían legado los hombres del 68", evocaría sobre esa visita Eulalia de Borbón salió de España en 1930 con la corazonada de que la monarquía tenía los días contados. La proclamación de la Segunda República, el 14 abril de 1931, la sorprendió en París. Tiempo después empezó a escribir Memorias de Doña Eulalia de Borbón, que se publicaron en abril de 1935 (90 años antes que la polémica biografia de Juan Carlos I), durante la presidencia de Alcalá-Zamora. En las últimas páginas elogia el civismo con el que el pueblo español destronó a los Borbones: "Al contrario de lo que ha ocurrido en otros países, ni un disparo se escuchó, ni un noble fue agredido, ni una injuria o un grito soez escuchó la Familia Real, que cruzó toda la península para ganar la frontera francesa". Alfonso XIII nunca pudo volver a España. Falleció en Roma, en 1941. Su tía, en cambio, vivió sus últimos años en una villa en Irún. Tras la Guerra Civil, Franco le permitió regresar al país y le concedió coche y chófer de por vida. La infanta Eulalia ya era una leyenda. Había vivido los reina-dos de Isabel II, Alfonso XII, la Regencia y Alfonso XIII, había conocido a cinco pontífices y había visto caer 15 tronos europeos. Un joven Juan Carlos de Borbón la visitaba de vez en cuando. Murió el 8 de marzo de 1958, a los 94 años. Su funeral se celebró en El Escorial con toda la pompa. Cuatro meses después, la Editorial Juventud reeditó sus memorias. En ellas, decía: "Dios me hizo española y como tal siento y aguardo y viviré hasta el fin de mis días".

lunes, 24 de noviembre de 2025

Los 50 mejores libros españoles de 1975 al 2025

 

Los 50 mejores libros españoles del último medio siglo

segun Babelia n° 1773

1- Corazón tan blanco - Javier Marías.

2- Crematorio, Rafael Chirbes.

3- El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite.

4- Las personas del verbo, de Jaime Gil de Biedma.

5- Anatomía de un instante, de Javier Cercas.

6- Soldados de Salamina, de Javier Cercas.

7- El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina.

8- La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza.

9- Claros del bosque, de María Zambrano.

10- Lectura fácil, de Cristina Morales.

11- El infinito en un junco, de Irene Vallejo.

12- Vendrán años más malos y nos harán más ciegos, de Rafael Sánchez.

13- Tu rostro mañana, de Javier Marías.

14- Los santos inocentes, de Miguel Delibes.

15- Patria, de Fernando Aramburu.

16- Olvidado Rey Gudú, de Ana María Matute

17- La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza.

18- Mortal y rosa, de Francisco Umbral.

19- El día del Watusi, de Francisco Casavella.

20- Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite.

21- En la orilla, de Rafael Chirbes.

22- Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez.

23- La mala costumbre, de Alana S. Portero.

24- El otoño de las rosas, de Francisco Brines.

25- Juegos de la edad tardía, de Luis Landero.

26- Romanticismo, de Manuel Longares.

27- Mater Dolorosa, de José Álvarez J.

28- Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Mata.

29- Un amor, de Sara Mesa.

30- El temps de les cireres, de Montserrat Roig.

31- Todas las almas, de Javier Marías.

32- Historias de las dos Españas, de Santos Julià.

33- Galíndez, de Manuel Vázquez Montalbán.

34- El cuento de nunca acabar, de Carmen Martín Gaite.

35- Obabakoak, de Bernardo Atxaga.

36- La edad de Plata, de José-Carlos Mainer.

37- La lluvia amarilla, de Julio Llamazares.

38- Usos amorosos de la postguerra española, de Carmen Martín Gaite.

39- Habitaciones separadas, de Luis García Montero.

40- Las Armas y las Letras, de Andrés Trapiello.

41- Camí de sirga, de Jesús Moncada.

42- Arrugas, de Paco Roca.

43- Un día volveré, de Juan Marsé.

44- El corazón helado, de Almudena Grandes.

45- Rabos de lagartija, de Juan Marsé.

46- Antagonía, de Luis Goytisolo.

47- La escala de los mapas, de Belén Gopegui.

48- El entusiasmo, de Remedios Zafra.

49- Herrumbrosas lanzas, de Juan Benet.

50- Fragmentos de un libro futuro, de José Ángel Valente.